Svět bez válek a násilí

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Escudo espacial

UNASUR La Fuerza de la Paz

2.9.2009 - Luis Alberto Amman

En una integración no hegemónica como la que pretende constituir la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) las dificultades son importantes. Desde luego el requisito sin el cual no es posible empezar a hablar es la voluntad de unión, lo que en el derecho privado se denomina “animus societatis”, el ánimo de constituir una sociedad.

A partir de esa base común hay que contar conque los niveles de desarrollo económico, social y político serán diferentes, como lo serán las prioridades de cada Estado en materias tan sensibles como la alimentación, la salud, la educación, el empleo, la distribución de la riqueza, el acceso a la vivienda, la pacificación de sus territorios, las posibilidades y la áreas con las que empieza ese desarrollo.

Los mismos principios constitutivos de un Estado, como el de territorialidad, son obstáculos a la hora de componer un ámbito mayor. La soberanía de un Estado -la posibilidad de decidir sin dar cuenta a otros dentro de su territorio- es una de las concepciones más conflictivas cuando hay que tener en cuenta el interés de los socios con los que se está intentando confluir. Ocurre con frecuencia que se plantean disyuntivas de hierro entre el propio interés y el interés común en una coyuntura.

El principio de territorialidad fue -durante siglos- la principal dificultad para contar con tribunales internacionales cuando se trataba de juzgar a criminales fuera de su país de origen. Sin embargo, se ha logrado constituirlos a partir de la aceptación que el individuo es sujeto de derecho internacional en una determinada franja de delitos (los de lesa humanidad, por ejemplo) y el acuerdo común para la normativa de funcionamiento de dichos Tribunales. Todo eso, a través de un acuerdo marco, el Estatuto de Roma, que entró en validez cuando fue ratificado por todos los Estados. Es el caso, por ejemplo, del Tribunal Penal Internacional y de otros tribunales permanentes.

En la reunión de la UNASUR en Bariloche, que tuvo lugar el viernes 28, el tema problema era de ese tipo: la decisión soberana de Colombia que quería aumentar considerablemente el número de tropas norteamericanas en bases instaladas en su territorio -por un lado- y la amenaza que significan esas tropas para terceros países. Es sabido que los EE.UU. son la primera potencia militar del mundo actual y que tienen pretensiones hegemónicas sobre el planeta entero. Con toda justicia entonces muchos países sentían que Colombia colgaba una espada sobre sus cabezas (ver Blog día 25 “Fuera de Latinoamérica…”).

La discusión de los presidente -televisada y seguida con interés por el público al menos en Argentina- no era la primera ni ponía en juego la existencia de la unión. Hay muchas cosas que cambiaron en nuestra América desde la Constitución del MERCOSUR, El ALBA y la UNASUR. Principalmente la autonomía consolidada en la mayoría de los países respecto de las decisiones del belicista “hermano mayor”. Recordemos que hasta hace unos años, los EE.UU participaban en cualquier cumbre celebrada en el continente como “invitados” permanentes. El papel decisivo de la UNASUR ante el inminente cisma de una parte de Bolivia fue otro logro donde se enfrentó la voluntad de Washington proclive a la destitución del presidente Evo Morales. En esta ocasión se enfrentaba un tema delicado pero no definitorio.

Para muchos analistas la declaración de Bariloche firmada por todos los presidentes pone pautas de comportamiento que no se podrán eludir por presión de EE.UU. de Norteamérica.

Bariloche ha puesto en funcionamiento efectivo al Comité de Defensa de UNASUR, que tiene la facultad de inspeccionar periódicamente las Bases militares de Colombia y controlar las fronteras para evitar incursiones que pongan en peligro la soberanía de otros Estados. Por otra parte, se le ha dado crédito a las declaraciones del presidente de Colombia -principal socio en la región de los EE.UU.- lo que no significa que se crea al pie de la letra que su gobierno es angelical y que las FFAA yanquis  vienen sólo a ayudar a combatir el narcotráfico.

Hubo muestras de buena voluntad hacia Colombia más por respeto a su pueblo que a su gobierno pero también un guiño de comprensión hacia Uribe, que quiere pacificar su territorio convulsionado por la guerrilla, el narcotráfico y fuerzas irregulares de derecha y que también es consciente de que el destino de su país está más ligado a Suramérica que a la potencia del norte.

Lo más importante -en esto hay coincidencias plenas- es que los hechos demuestran que Suramérica se quiere integrar como región para lanzarla al mundo con la fuerza de la Paz.

Luisammann.com.ar


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