Svět bez válek a násilí

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Escudo espacial

Estelas de Libertad

26.8.2009 - Luis Alberto Amman

En 2005 colocamos unas  chapas de acero donde están  grabados los nombres  de las personas que colaboraron para construir el Parque La Reja, en Argentina. Se las denominó “Estelas” y muchos han preguntado el por qué. Hemos respondido muchas veces y, por eso, después de  dar algo parecido a una definición de diccionario, comenzamos  a variar las respuestas y los tonos.

Pasamos de un tono más o menos académico a otro más coloquial y con palabras  más sencillas. O, contrariamente,  más afectadas.  Cambiábamos para jugar, sin ánimo de molestar. Recuerdo una en especial que le dimos a un amigo: “es un rastro fugaz en un espacio. Se dice de la huella que deja un embarcación al deslizarse sobre las aguas, o un avión al surcar el aire, o del aroma de una mujer que pasa perfumada a nuestro lado”. El interlocutor quedó conforme y a los presentes se nos grabó en la memoria (seguramente Jano lo recuerda). En esencia, lo dicho es que nosotros -no sólo nuestros nombres- somos una estela, una huella que vemos por un momento, apenas una fragancia, un tránsito fugaz.

Tiempo después de un aporte de Néstor Tato rescatamos este comentario: “… leí que en experimentos de laboratorio  descubrieron que en una solución en la que hubo una célula (ya  extinguida) quedan rastros…. Ya no hay interacción  porque no hay célula pero queda la huella de su presencia. Usando esa  imagen a escala, en esta solución temporal que habitamos y nos contiene  se van a perder nuestros gestos, nuestras palabras y nuestros  pensamientos. Los momentos vividos. Pero seguro quedará una estela, la  huella de la dirección que llevó nuestra vida, estampada en esa cadena  de acciones que nos sobrevive.”  Estremecedor.

La inquietud que nos provoca a los humanos la conciencia de la finitud -esa de la que nos distraemos construyendo obras que son colosales pompas de jabón- ha creado poesía en estado puro, conceptual, e igualmente efímera.

La sombra de una sombra presurosa, la huella en la nieve, la marca en el agua, “¿estampa una dirección en la cadena de acciones que nos sobrevive?”. El concepto  es comprensible racionalmente. Nuestra huella incorporada a otros que nos modificaron y a quienes modificamos en la interacción,  también lo es. La trascendencia de algo más que las acciones que, no es maldad decirlo, se van diluyendo en algunas generaciones, eso es otro espacio. Un terreno de fe o de certezas de experiencia.

Se puede leer en el libro “Habla Silo”, Obras Completas, tomo I, editorial Plaza y Valdés: “… así, coherentemente con lo enunciado, declaro ante ustedes mi fe y mi certeza de experiencia respecto a que la muerte no detiene el futuro, que la muerte, por lo contrario, modifica el estado provisorio de nuestra existencia para lanzarla hacia la trascendencia inmortal. Y no impongo mi certeza ni mi fe, y convivo con aquellos que se encuentran en estados diferentes respecto del sentido, pero me obligo a brindar solidariamente el mensaje que reconozco hace feliz y libre al ser humano. Por ningún motivo eludo mi responsabilidad de expresar mis verdades aunque éstas fueran discutibles por quienes experimentan la provisoriedad de la vida y el absurdo de la muerte.

“Por otra parte, jamás pregunto a otros por sus particulares creencias y, en todo caso, aunque defino con claridad mi posición respecto de este punto, proclamo para todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer o no creer en la inmortalidad.

“Entre miles y miles de mujeres y hombres que codo a codo, solidariamente, trabajan con nosotros, se suman ateos y creyentes, gentes con dudas y con certezas y a nadie se pregunta por su fe y todo se da como orientación para que decidan por sí mismos la vía que mejor aclare el sentido de sus vidas.

“No es valiente dejar de proclamar las propias certezas, pero es indigno de la verdadera solidaridad tratar de imponerlas.”

Luis Alberto Amman


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