El presidente de Bolivia don Evo Morales, es notable por su respeto a la vida, por su fidelidad a los compromisos contraídos con el pueblo, por el rechazo a la violencia en todas sus manifestaciones,  por su respeto a la cultura de la que proviene, por su inteligencia, por su contracción al trabajo, por su accesibilidad, por su humildad y por otras virtudes más que se evidencian en actos continuamente.

Pero no queremos hacer un panegírico de Evo Morales. Sólo comentar un rasgo menos conocido: su sentido del humor. Lo tiene a flor de labios y lo acompaña en los peores momentos. Tanto que, un minuto después de hablar con toda seriedad, es capaz de hacer una broma. Hay una anécdota que muestra esta rapidez para cambiar de enfoque y cómo es incapaz de tomar en serio los oropeles y la fama referidos a él mismo.

El viernes, al concluir una visita oficial a Panamá, habló de la necesidad de los pueblos de América Latina de “liberarse del imperio para alcanzar el desarrollo de los pueblos”. Morales se entrevistó con su colega Martín Torrijos en el Palacio de Las Garzas y analizaron temas de interés bilateral e internacional.

Después fue a recibir  “un Doctorado Honoris Causa, conferido por la Universidad de Panamá, en homenaje a sus méritos de estadista y propulsor de la educación” (la cita es del diario La Prensa), un derecho que él no recibió del estado y tuvo que compensar formándose como autodidacta en una lengua, la  española, que no es la  materna para él y para la mayoría de la población. Tal vez eso explique sus desvelos para educar a su pueblo y el logro inminente: entre fin de año y el primer trimestre del 2009 Bolivia concretará el sueño de erradicar el analfabetismo de su sociedad.

Hasta ahí, todo normal en el trabajo de un jefe de gobierno. Sólo que, una vez recibida la distinción académica y aún vestido de toga, “el mandatario boliviano -leemos en La Prensa- bromeó en el paraninfo universitario, ante indígenas, obreros y campesinos”. Entre otras cosas graciosas “sostuvo que gracias a la Universidad de Panamá, sus detractores tendrán que llamarlo “doctor”, un título que lo eleva sobre la figura de algunos juristas que se jactan de conocer las leyes.”

Una anécdota que ayuda a completar el perfil humano del estadista.

http://luisammann.com.ar/2008/09/21/el-humor-del-presidente/