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Escudo espacial

Georgia, la lógica de la guerra

11.9.2008 - Luis Ammann

Georgia, un estado independiente desde que se disgregó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y actual aliado de los Estados Unidos de Norteamérica lanzó sus fuerzas militares contra la República Autónoma de Osetia del Sur. Lo hizo el 8 de agosto, el día de iniciación de los Juegos Olímpicos, cuando la mayor parte de la población mundial tenía puesta su atención en esa fiesta del deporte.  Todavía mucha gente no sabe qué pensar sobre estos hechos. Fue una clara e inesperada  agresión bélica que causó innumerables muertes de civiles.

Osetia del Sur es una república autónoma. Ha declarado su independencia, la ha plebiscitado (en noviembre de 2006, en un referéndum, con el 91 por ciento de votos) y ha luchado por ella desde 1991. Es un territorio de población mayoritariamente rusa cuya capital es Tsjinval (en osetio). Eduard Kokoiti es el presidente, reelegido en 2006.

Encontrar una razón para este ataque, como para cualquier otra agresión o amenaza militar, es imposible para quienes aman la paz y la ven como una condición para el desarrollo de los pueblos. Menos aún para quienes consideramos que el ser humano es el valor central de toda política y acción de gobierno. Para analizar este ataque y la reacción del gobierno de la Federación Rusa se debe considerar -no aceptar- que la guerra continúa siendo una forma de relación que sirve a la destrucción entre los países, y analizar y argumentar dentro de esa lógica.

La lógica de la guerra se pregunta siempre por los beneficios. ¿Qué beneficios obtiene Georgia con este ataque? ¿Quién otro se beneficia?

La invasión, que suena a extemporánea para casi  todo el mundo, no lo es para los analistas internacionales; en particular, para aquellos que tienen presente la estrategia imperial de los Estados Unidos después de la autodestrucción de la URSS. Los que miran con atención están de acuerdo en que el gobierno de Georgia no habría dado este paso desproporcionado sin el acuerdo previo de Washington. La relación del presidente Saakashvili, un georgiano accidentalizado, es de total dependencia con los EE.UU. El ingreso de Georgia a la Organización Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tiene una condición: que  mantenga el control sobre Osetia. Esta es la motivación directa del ataque y sería una provocación destinada, también,  a evaluar el comportamiento de Rusia ante una agresión.

La inclusión definitiva de Osetia del Sur como territorio georgiano y la instalación de bases militares terminaría de crear un cerco occidental alrededor de Rusia, más ajustado y previsible que el que proporciona Turquía.  Para eso, creen que es “necesaria” la reducción -el exterminio- de la población de origen ruso que puebla mayoritariamente esa zona. Esto es lo mismo que decir “genocidio”, ataque  dirigido a la destrucción de un grupo humano.

La hipótesis de que la Federación Rusa no reaccionaría ante ese ataque a connacionales que viven en una República Autónoma pegada a su territorio, es una evaluación apresurada y que subestima  a esa nación. Es cierto que actualmente Rusia está muy lejos del poder que tuvo la URSS, pero no está inerme.

El plan estadounidense de instalación de misiles conocido como “escudo nuclear” le da a  esta potencia militar una significativa capacidad de ataque nuclear  en un escenario alejado de su propio territorio, y con muchas posibilidades de frenar, sobre espacio europeo, la reacción que podría venir desde el este.

Como dijimos, estamos razonando dentro de la lógica de la guerra, que equivale a decir, la lógica de la muerte.  En ese plano, está cobrando fuerza la hipótesis de los militares del  Pentágono  de que los EE.UU.  podrían ganar una guerra nuclear con un costo aceptable -para ellos- e imponerse por la vía militar como imperio mundial único.

En síntesis, la confrontación nuclear que era improbable durante la “Guerra Fría” por el equilibrio entre los EE.UU y la URSS, ahora parece  viable con “beneficio” para una de las partes y ruina para la humanidad.

Lo que suceda en estos días va a ser clave para dimensionar si esta estremecedora pulseada queda sólo en una evaluación de fuerzas o es la parte inicial de un plan siniestro. Las bases militares en Europa -que los humanistas estamos resistiendo- son una de las piezas fundamentales en la estrategia militar norteamericana que los gobiernos europeos han subestimado.

Los pueblos somos el último recurso y urge accionar por la paz en el mundo.


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